Monday, February 16, 2009

Carta de respuesta del Jefe Seatle al Presidente de los EE:UU



"LO QUE OCURRA CON LA TIERRA,
RECAERÁ SOBRE LOS HIJOS DE LA TIERRA.
HAY UNA UNIÓN EN TODO"

El año 1854, el presidente de los Estados Unidos le hizo a una tribu indígena la propuesta de comprar gran parte de sus tierras, ofreciendo en contrapartida, la concesión de otra "reserva". La carta de respuesta del Jefe Seatle, distribuida por la ONU (programa para el medio ambiente) y más adelante publicada íntegramente, ha sido considerado, a través del tiempo, como uno de los más bellos y profundos pronunciamientos hechos sobre la defensa del medio ambiente.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esta idea nos parece extraña.

Si no somos dueños de la frescura del aire y del brillo del agua, ¿cómo es posible comprarlos?.

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva con sigo la historia del hombre piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar de que ella es sagrada, y deben enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, vosotros deberéis dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Una porción de tierra, para el tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.

La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las vuestras. Tal vez sea por que el hombre piel roja es un salvaje y no comprenda.

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera, o el batir las alas de un insecto. Más tal vez sea por que soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.

¿Que resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas al rededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.

El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre - todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, el debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre vuestra oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo como es que el caballo humeante de fierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales?. Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales, en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.

Vosotros debéis enseñar a vuestros niños que el suelo bajo sus pies son la ceniza de vuestros abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a vuestros niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; el es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.

Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.

Vosotros podéis pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, El es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre blanco.

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

¿Dónde están los árboles?, desaparecieron.
¿Dónde está el águila?, Desapareció.

Es el final de la vida y el inicio de la sobrevivencia.

Tuesday, August 05, 2008

A PROPOSITO DE ALGUNAS REFLEXIONES DE MI AMIGO JUAN

Zaratustra decía: “Una de las señales de la persona que se ha descubierto a si misma es que siempre dice: “este es mi bien” y “este es mi mal”. No habla en términos universales. No habla como si hubiese encontrado alguna ley que es aplicable a todo. Aquellos que hablan acerca de la leyes que son aplicables a todo muestran de manera definitiva que no se conocen a si mismos. Cada individuo es único, por eso cada individuo tiene su propia moral, su propio bien, su propio mal.
Esto es fantástico acerca del hombre. Porque este es el problema, la razón por la cual la ciencia no puede sacar ninguna conclusión acerca del hombre. Puede hacerlo acerca del agua, puede acerca de la materia, puede sacar conclusiones acerca de todo, pero no acerca de la conciencia –porque la ciencia puede sacar conclusiones solo si encuentra una regla general sin excepciones. Pero lo que es verdad para una conciencia puede no ser verdad para otra.
Cada individuo tiene que llegar a un espacio único, que nadie ha explorado nunca; es su propio espacio. Esta es la dignidad, el privilegio de ser humano.
En el cielo de la conciencia no hay ninguna huella, ningún camino. Todo tenemos que crear nuestro propio camino en búsqueda de la verdad. La verdad no permite ni siquiera un compañero para acompañarte. Y la razón es simple: porque la verdad no esta en algún lugar allí afuera, esta dentro de ti. Y en tu interior solamente puedes ir solo. En ese cielo interno de tu conciencia tendrás que encontrar lo que estas buscando, creando el camino. Esto crea miedo en el alma cobarde: por el contrario es un gran estimulo para el valiente; una gran excitación, un gran desafío de estar en soledad, solo, moviéndote hacia lo desconocido, sin mapas, sin guías, sin caminos, sin señales.
Es por eso que la experiencia de la verdad es siempre virgen. Nadie ha estado allí antes que tú. Nadie puede estar antes que tu. Todos están en su propio centro interior; tu centro interior aun es virgen, y permanecerá virgen a menos que los alcances.
La búsqueda de la verdad es enamorarse de uno mismo. El encuentro con ella no es algo objetivo, es, simplemente, descubrirte a ti mismo, llegar a conocer la belleza y la dicha, la paz y la eternidad de tu existencia. Solo tú tienes la posibilidad de conocerte a ti mismo. Es tu privilegio absoluto, nadie puede entrar a tu privacidad. Esta es una verdad fundamental que debemos recordar: tu ser mas intimo no puede ser esclavizado, ni siquiera puede ser tocado.
DESGRACIADAMENTE OCCIDENTE ES INCOSCIENTE DE LA BUSQUEDA INTERIOR. TODO SU ESFUERZO ES CIENTIFICO, OBJETIVO: COMO SABER MAS ACERCA DEL MUNDO, COMO SABER MAS DE LAS ESTRELLAS MAS LEJANAS, COMO DESCUBRIR MAS LOS SECRETOS DE LA NATURALEZA…… Pero nadie parece estar muy interesado en conocerse a si mismo. Parece que se lo da por sentado ¿ cual es la necesidad de conocerse a uno mismo? Ya eres uno mismo.
En verdad ya eres tu mismo pero ¿Quién eres tú?
No estas alerta de tu propio ser, no has saboreado la alegría, la canción, la danza de quien se conoce a si mismo….

Acaso la episteme o la investigación cuantitativa le ha dado algún sentido a la vida. ¿Han hecho la Tierra más hermosa de lo que la encontraron? ¿Le han dado a la vida un poco mas de gracia? ¿Le han dado a los árboles, a las montañas, a los ríos, un poco mas de amor?
¿Han contribuido de alguna manera a la riqueza de la Tierra, a su encanto, a su dignidad?
O es el hombre común, -que no es ni será conocido- por nadie o por la historia, que trabaja la tierra y la siembra de rubios trigales, o crea un hermoso jardín donde florecen las rosas y el viento viene y lleva la fragancia a narices desconocidas, esta agregando belleza a la Tierra, le esta dando significado a la Tierra.
Un hombre tocando su guitarra hace la tierra más musical.
Un bailarín le da a la Tierra la dignidad de su baile,
Un pintor...
Ellos le están dando un sentido a la vida, un sentido a la Tierra, un sentido al futuro.
Este es un criterio mucho más grande del que se ha tenido nunca. El que crea una meta para la humanidad. Uno es el creador, depende de uno mismo.
Solo se necesita ser un creador, un hombre que hace la vida más significativa, que le da al planeta mayor belleza, que tiene reverencia por la vida, que irradia más vibración de amor alrededor de si.
El mayor bien será que pueda cambiar el futuro, no en una pesadilla, sino transformar en realidad los más hermosos anhelos del corazón humano. Si podemos hacer del futuro una tierra de sueños, un paraíso…estaremos inmensamente recompensados en el intento de crear el futuro. No en alguna vida después de la muerte, sino en el mismo acto de la creación, en el mismo acto de hacer el planeta significativo y hermoso.
Mateo Colon

Retorno a la inocencia

No es el comienzo del fin
Es el retorno a ti mismo
El retorno a la inocencia
Amor - Devoción
Sentimiento – Emoción
No temas a estar débil
No seas tan orgulloso de ser fuerte
Simplemente mira dentro de tu corazón mi amigo
Que será el retorno a ti mismo
El retorno a la inocencia
Si quieres, entonces comienza a reír
Si debes, entonces comienza a llorar
Sé tu mismo, no escondas
Solo cree en el destino
No te importe lo que la gente diga
Solo sigue tu propio camino
No abandones y usa la oportunidad
De retornar a la inocencia

Wednesday, July 27, 2005

Thursday, June 23, 2005

SUEÑO DE AMOR


Aun hoy; cuando pasaron los años recuerdo aquellas mujeres extraordinarias que irrumpieron en mi vida, que me forjaron, me despojaron de celos, de envidias, de maldad. Aquellas que con paciencia y amor me hicieron comprender la igualdad entre el hombre y la mujer. Aquellas que marcaron a fuego la felicidad, el dolor, la sensibilidad, la soledad, la muerte del amor de tanto usarlo. Para todas ellas y para millones de mujeres quiero contarles una historia. Una historia simplemente de AMOR.

Una noche estaba sentado en la terraza del penthouse en la marina de Aventura en Miami, mirando las luces de los barcos que pasaban a corta distancia y la entrada y salida de costosos automóviles del enorme Condominio que cruzando ese brazo del mar se levantaba frente al nuestro. Todo estaba en calma y en silencio, una brisa suave movía como acariciando las flores de los canteros. La luna parecía estar casi al alcance de la mano y su luz iluminaba todo. Tenía los audífonos puestos escuchando las canciones de Rocío Jurado. Sin embargo no estaba bien, me encontraba decaído, escuchando con tristeza la música y las letras de las canciones que parecían haber sido escritos para mí, que me traían tantos y dolorosos recuerdos. A la vez estaba extrañamente inquieto. Los temas fueron pasando hasta que en un momento las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas hasta convertirse en un prolongado llanto. Y así, de pronto una poderosa fuerza se instalo en mi corazón, en un fenómeno inexplicable que me llevo en el tiempo frente la computadora, mirando profundamente la pantalla tratando de entender los misterios que contiene. Todo es silencio. Acaso solo roto por el leve sonido de los ventiladores de la PC. Con una expresión de tranquilidad, de saber que estoy buscando mis dedos comienzan a moverse sobre el teclado. Primero entrando a un buscador y luego a una pagina que había hecho años atrás y que nunca fue borrada. ¿Cómo recordaba el alias y el pasword? Automáticamente entre al Correo donde una luz colorada titilaba señalando un mensaje. Lo abro y leo:
“Acabo de leer el hermoso poema que me has enviado y realmente quiero
agradecerte por hacer que a través de ti pueda exteriorizar de mejor
Manera lo que siento.
A pesar de que no me conoces ni yo a ti, creo que con tus experiencias
conoces a la mujer en su forma pura, natural, lo que hace que muchas
Como yo consideren lo mismo de tu lectura. Me encantaría encontrarme contigo, tus palabras son
Cautivantes y se han convertido en una especie de afición. Mañana voy a estar en Ocean Drive en el Café Milano a las 20 horas exactamente en la mesa 9. Espero verte. Besos”
...
Y al despuntar el día,
En medio de una dicha casi amarga
Por el poco tiempo transcurrido
Y el paso veloz de aquellas horas.

Fui tuya anoche, me dijiste
Más allá del silencio y la penumbra
Me sentí como nunca, y tome tu aliento
Lejos de viejos temores infundados.

Me empape con tu cuerpo
Y estuve sola anoche,
Y en medio del tumulto
Me atraparon tus caricias.

Y me envolvió tu aroma...
Y fui tan libre, libre
Como aquella paloma
Que en el campo anida.

Y te entregue mi vida,
Y me quede desnuda
Y te conté mis dudas,
Mis miedos, mi osadía.

Si, fui yo misma anoche
Sin sombras, ni palabras
Pequeña y entregada
Buscando tu morada.

Y cobijaste mi angustia
Y fui yo misma anoche,
Tan mustia y aterida
Como el invierno frío.

Y me dormí en tus brazos
Soñando con juegos infantiles
Sin olvidar que tú me distes
Una noche de amor en libertad.
07-03-98

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me quede absorto sintiendo una angustia que hacia mucho tiempo no sentía. Viejos fantasmas olvidados volvieron a mi mente, misterios de otros tiempos que siempre me acecharon. Situaciones extrañas, únicas, anuncios prematuros de hechos que están por suceder.
¿Cómo pude recordar aquella pagina olvidada de la Web? Si hacia escasas horas que había llegado del Brasil, y estaba ansioso por caminar las playas de Miami, tomar un café en Coral Gable, pasear por Coconout grove, ver a mis amigos.
Habían pasado justamente cuatro años desde aquella invitación que nunca había leído. Cada palabra que dice se empieza a dibujar en mi mente buscando una explicación. ¡Cómo llega esa poesía a sus manos si la escribí en el 99!
Las horas pasan y mi inquietud aumenta, no puedo borrar aquellas palabras, y me afano inútilmente por recordar las fechas. El aire de la noche llena mis pulmones y la fragancia de las flores la terraza.
Un aletear de alas me vuelven a la realidad y veo posarse sobre la baranda a una gaviota blanca que se queda mirándome fijamente. Una atracción que nunca podré explicar y un deseo que se abre paso en mi mente con fuerza, me impulsan a cerrar la casa. Bajar ansioso a planta baja buscando mi coche y salir rumbo a Miami South.
Llego al café y Alejandro el dueño se acerca y me dice ¡Marcos tienes la mesa 9 reservada! Le pregunto ¿No puede ser porque acabo de llegar del Brasil? Me mira, se encoge de hombros y se retira hasta el fondo del café mientras se da vuelta cada tanto para mirarme. Me siento en la mesa sin dejar de saludar a los incontables amigos.
De pronto una mujer se para delante y me extiende la mano diciéndome ¡Hola Marcos! ¿Cómo estas? Te espere mucho tiempo porque quería conocerte. Se sentó con una seguridad y un aplomo que denunciaba su carácter y una tremenda personalidad. No salía de mi asombro, no alcanzaba articular palabra alguna. Solo el contemplarla dañaba mis ojos su hermosura, su cuerpo apenas oculto tras un traje de seda gris perla, dejaban ver sus formas esculturales. Pero sus ojos me atraían por la intensidad de su mirada y sus labios perfectos se movían al compás de cada palabra como la danza de las olas en el mar. No escuchaba nada, absorto seguía los movimientos de sus manos que como por arte de magia desaparecían en el aire, para volver aparecer frente a mis ojos como si quisieran acariciar mi rostro.
¡Ella quería escucharme, conocerme! Así me vi. envuelto en el relato de mi vida que jamás había contado. Desfilaron mis luchas por la libertad, por los humildes, por los pobres más pobres. Por mis sueños de igualdad de credos, de razas y religión. Preguntándole o preguntándome ¿Por qué aun estoy vivo y mis compañeros muertos? Ella tomo mis manos con las suyas y mirándome fijamente dijo: ¡Marcos! La sencillez de tu carisma, la humanidad que guardas y el dolor de los necesitados hicieron de ti un hombre al cual mujeres extraordinarias te dejaron sus experiencias para que sepas como es el amor, lo que significa en la vida de las personas, en la caridad y el perdón y en respetar nuestros sueños, que son los sueños de todas las mujeres de este mundo.
Todo en ella emanaba una aureola de enorme bondad, confiada de sí misma y una enorme autoridad. Yo estaba perplejo, sin pronunciar palabra alguna. Soltó mis manos, se levanto, me dijo su nombre ¡Salome! Y se fue...
Pasó el tiempo y no podía borrar de mi mente los recuerdos de aquella noche. Noches enteras me quedaba en la terraza esperando ver a la gaviota o tratando de recordar su rostro que parecía esfumarse de tanto en tanto. Me acostumbre a vivir en soledad. Deje que ella entrara a mi vida y se instalara en mi corazón para calmar al menos los recuerdos de aquella mujer que había perturbado mi alma para siempre.
Salía muy poco de casa, pero a veces solía ir a comer al restaurante Carpaccio en Bal Harbour. Una noche me senté como de costumbre mirando a la avenida Collins, contemplando las enormes palmeras que dejaban caer sus ramas como racimos y las blancas flores al pie de cada una de ellas que eran regadas por el agua que se deslizaba desde una fuente iluminada a giorno, una música romántica se dejaba oír pese al sonido del trafico de la avenida.
¡Hola Marcos!
Me sobresalte ¡Hola! Alcance a balbucear.
No se como, pero ella me había encontrado, estaba frente a mí que desconcertado no alcanzaba a explicarme como me hallo después de tantos meses y como sabia que estaría en ese restaurante. Una mirada de tranquilidad se hallaba en sus ojos pero con cierta picardía. Una tranquilidad que rayaba en la arrogancia. Se notaba segura de sí misma, invulnerable. Nos miramos por más de 5 minutos sin pronunciar palabra alguna. No era una mirada de desafío ni mucho menos de pasión, era una mirada entre dos personas que al parecer tenían años conociéndose y se reencontraban nuevamente.
De pronto, dijo ¿cómo estas? -aun sorprendido le digo - bien ¿y vos?- Me respondió; tomando esta linda oportunidad para conocerte, para conocer mas de ti.... ¿Sabes? Me resulta muy difícil encontrarme contigo, requiere un gran esfuerzo, pero ya paso. Y con un chasquido de los dedos llamo al mozo que presuroso llego para atenderla... ¡Traiga una botella de agua mineral sin gas para el señor y para mi una copa de vino Borgoña al natural! Al retirarse el mozo me dice, lo aclaro así porque los americanos le echan hielo al vino. ¿Cómo sabia lo que acostumbro a tomar?... Sonreí y nos pusimos a conversar sobre lugares y tierras lejanas que ambos conocíamos. El mozo le sirvió el vaso de vino y a mí el agua en un vaso cargado de hielo. Su boca se deslizaba sobre el borde de la copa sensualmente mientras me miraba fijamente. Su mirada con un leve destello en los ojos seguía escrutando mi rostro, como queriendo entrar en mis entrañas mientras conversaba. Sus labios jugaban a veces en su boca detrás de una sonrisa y otras de una inmensa ternura que me llenaba el alma
Conversábamos sobre mi vida pero no sobre la suya. Sabía que una mujer cuando no habla de su vida es porque esta tratando de encontrar la manera de saber en quien confiar, es muy reservada. Las horas fueron pasando veloces sin darnos cuenta mientras nuestras miradas se confundían en sus destellos, con ese brillo de la paz y la armonía por estar juntos. Hablamos hasta el cansancio de mí, de política, de metafísica, de la vida después de la vida. Combinando nuestros puntos en común de aquellos que nos separaba y de los que nos unía. De cómo había sido hasta ese día mi vida. Fue una noche inolvidable, de un encuentro de dos seres que se complementaban, sabiendo que todo lo que hablaba era captado por ella.
Ella sin más, me toma de la barbilla, subió mi rostro al nivel del suyo y dijo - Corazón ¡No bajes la mirada! Así no puedo ver tus ojos que me enloquecen y sonriéndome con la seguridad que siempre notaba en ella comento - ¡Sabes, siempre te he amado! No me preguntes nada ni te preocupes, todo esta bien
Entonces tome su rostro entre mis manos y lentamente bese esos labios y mi lengua busco la suya. Su boca se abrió mágicamente y el destello de sus dientes brilló entre la penumbra, bese sus ojos, su frente sus orejas sus mejillas y baje hasta su cuello. Sentí su aroma, el perfume de mujer, de Reina y de Diosa. Su perfume me embriagaba, sentía sus labios sobre los míos. Su ternura era inmensa. Nuestros labios se acariciaban. Jamás había besado así y nunca sentí tantas ansias y tanto amor mirándome.
La abracé, sin necesidad de ser un abrazo erótico, sensual o carnal. Para eso habría tiempo, solo esta primera oportunidad tenia la necesidad imperiosa de sentir su aroma, su piel y su calor. Nos abrazamos, nos dejamos sentir, pose mi mano sobre su muslo derecho. Era la forma de decirle que era suyo, era la forma de indicarle que era feliz. Al sentir el contacto de mi mano se estremeció, volvió a mirarme profundamente a los ojos y me dijo: ¡Perdóname! Pero no puede ser... se levanto y se fue.
Pasaron más de 2 meses sin verla, me estaba muriendo, estaba desesperado. Una noche sonó el teléfono muy tarde. Era ella que me invitaba la noche siguiente a cenar en el hotel Intercontinental en el centro de la ciudad y a orillas del mar. ¡Cómo palpitaba mi corazón! Me imaginaba tantas cosas y a la vez tenia tanto miedo. ¿Por qué esa llamada sin ninguna explicación? ¿Qué misterio había en su vida?
Al llegar a lo más alto del puente donde se divisa el perfil de la ciudad y se ve el hotel iluminado con las banderas de todos los países sacudidas por el viento, una repentina paz se apodero de mí. Una sensación de confianza en Dios, Él era el dueño de mi destino y este estaba en sus manos. Al caminar hacia ella contemplaba aquel rostro que estaba grabado en mi alma, nuestras miradas se encontraron y naturalmente como si nos hubiéramos visto horas antes murmure ¡Hola! No contesto, solo me miraba, cenamos casi sin hablarnos, solo mirándonos, yo pensaba bien cada palabra antes de decirla por temor a incomodarla. Ella seguía mirándome fijamente hasta que sus labios se abrieron para decir ¿Marcos, mi vida? Me has hecho mucha falta, todo este tiempo lo pase pensando en ti. No te olvido ni un instante, pero estoy muy confundida y no quiero herir a nadie... Sus palabras trasuntaban una enorme tristeza que unido al brillo de sus ojos dejaban caer las perlas que brotaban de ellos.
¡No puedo verte más! Estas causando un daño profundo en mí. No supe controlarme y te alojaste para siempre en mi vida. Discúlpame pero no puedo contarte más. Tomo mi rostro nuevamente entre sus manos y dijo. ¡Te amo! No puedes saber como te amo, pero si puedes entender esto. ¡Soy tuya para siempre, pero no hoy, ni mañana! ¡Vamos! Sonríe que quiero llevarme esa sonrisa que me cautivo y no digas nada. No puedo escucharte, me estoy haciendo mucho daño. Mis ojos no alcanzaban a verla en su totalidad porque las lágrimas se me escapaban furtivamente. Solo sentí un suave beso sobre mis mejillas y el calor de sus manos dejándome una caricia. La vi. marcharse sin volverse, la vi hermosa como en todos los sueños de los que aman. vi. sus cabellos al viento y como se volvían las flores a su paso saludándola, las palmeras se inclinaban y la luna por un instante dejo caer un rayo de su luz para alumbrarle el camino del adiós.
Estaba aturdido, confundido pero no dolorido. Algo en mi interior me decía ¡espera, espera!
El mozo me trae la cuenta, una copa de champagne invitación de la casa y observando mi llanto dice ¿Perdón señor? Su mujer es como un sueño de hermosa y se nota claramente que esta perdidamente enamorada de Vd.
¡Es muy afortunado!
Subí a mi coche pensando en las palabras del mozo como deseando que fueran verdad. Pero estaba destrozado, mi corazón parecía que iba a dejar de palpitar en cualquier instante, las lágrimas corrían por mi rostro sin contención y unos leves gemidos escapaban de mi boca. Quería gritar, gritar con toda el alma ¡NOOOOOO! ¡NOOOOO!
¡Mi Dios porque, porque!
Al pasar el puente y bajando hacia el boulevard me detuve frente a la Iglesia de San Patricio, que estaba abierta.
Todo era quietud y silencio, las velas ardían sobre el altar iluminando las estatuas que formaban mil figuras. En el centro esta Jesús crucificado. Me arrodille y recé, hable con Él y poco a poco un sopor me fue invadiendo. No sé cuanto tiempo transcurrió, las 11 campanadas de la iglesia anunciando la hora me hicieron reaccionar. El deseo de estar en casa me llevo rápidamente hasta el auto. Esos pocos kilómetros despejaron mi mente, estaba en paz.
Al llegar, luego de estacionar camine hasta el ascensor y al bajar frente al penthouse y levantar la vista... allí estaba sentada en el umbral de la puerta con sus piernas cruzadas, que al verme rápidamente se levanto para arrojarse en mis brazos y decirme ¡No puedo mas! ¡Soy tuya, tuya para siempre desde hoy! La bese y con el pie cerré la puerta de calle. No podía dejar de mirarla. No hacían falta las palabras, nuestras miradas lo decían todo mientras el equipo de música se había encendido automáticamente, y mi canción preferida “Quiero morir junto a ti” de Nana Mouskouri comenzó a sonar. Ella escucha el sonido y tomándome de la mano lentamente me llevo frente al equipo escuchando la canción. La tome de la cintura por detrás y le dije ¡Si, es cierto quiero morir junto a ti! Acaricie su cuello con mis labios mientras mis manos acariciaban sus pechos. Ella se volvió para con pequeños besos humedecer mi boca. Mordí sus labios tiernamente y bese posteriormente sus orejas y su cuello. No habría los ojos, solo se limitaba a sentir como mi boca la recorría. Mis dedos acostumbrados y prácticos le quitaron el vestido para poco a poco desnudarla completamente. Su rosada lengua humedecía sus labios y su respiración se había entrecortado, leves gemidos salían de su boca cuando mis manos se cerraron sobre sus pechos. Sus pezones estaban totalmente duros indicándome el deseo que la abrazaba.
Su vientre blanco se podía notar con fantástica hermosura. Mi boca buscaba como un niño sus pechos y podía sentir la tibieza de su estomago, los movimientos palpitantes de su vientre y la sangre correr por sus venas. Con una mano acariciaba mi espalda y con la otra peinaba mis cabellos con furia al sentir mis labios en el vientre.
Aun guardo en la memoria su espléndida figura, mientras mis labios viajaban hacia su vientre perfecto, con un ombligo soñado, una piel como una rosa blanca hasta llegar a su entrepierna y dejar mi aliento caliente en ella. La reacción de sus muslos fue erizarse, abriéndose totalmente cual flor prohibida brindándome sus húmedos labios y su clítoris. Con los cuales jugué por largo rato con mis dedos y mi lengua. Que hermosa es la vagina de la mujer que amas, que gozo es ver la satisfacción en su cara, la sonrisa picara y los gestos de su boca. Sus ojos se abrían y cerraban prisioneros de la pasión que la abrazaba mientras se acariciaba dulcemente su vagina. La abrazo por atrás y la empiezo a besar por la nuca, bajando lentamente por la espalda hasta llegar a sus nalgas, las muerdo, las beso, las acaricio. Ella solo me deja hacer. Me doy vuelta y frente a frente la beso, ignorando sus senos que tanto necesitaban mi boca, la beso de la cabeza a los pies, no deje un solo centímetro sin besarla, al quitarle los zapatos beso también la planta del pie y el talón. Sentía que desfallecía con cada caricia y que iba llegando esa sensación tan placentera que solo las mujeres pueden transmitir antes del orgasmo. Cuando llego lo recibí con mi boca en su entrepierna, gozando sus flujos que con inmenso amor me regalaba como una ofrenda a los dioses. Sigo otra vez mordiendo sus pechos desafiantes que se muestran tentadores a mi boca, sintiendo tiernamente como sus pezones respondían poniéndose aun más duros. Continuo bajando pero con pequeños mordiscos hasta el ombligo y volvía a subir a sus senos, no quería bajar aun sabiendo que esperaba totalmente excitada. Gemía de placer y mi verga estaba a punto de estallar, tampoco me importaba si mis vecinos escuchaban. Solo sentía como agarraba mi nuca y apretaba mi cara para que no sacara mi lengua de su vagina, sentía las convulsiones, sentía sus gemidos y frases entrecortadas ¡Me muero, me muero! Hazme nacer por favor. ¡Toma mi sangre, bebe de ella!
¡Y bebí otra vez! En aquel momento me hubiera bastado contemplarla durante toda una eternidad. La deseaba enormemente, pero la visión de su cuerpo desnudo no me provocaba el mismo sentimiento ni urgencia en satisfacer mi apetito, sino una ternura en la que el acto sexual solo era, debía ser, la culminación de la entrega del uno y del otro, y ella se ofrecía enteramente.
Aparte mi boca y me levante, la coloque sobre su espalda y sin dejar de verla, la penetre con lentos movimientos de cintura. Sus piernas se abrieron como una flor y sus caderas rápidamente bajaron para acoplarse a mi abdomen y pegar mi cuerpo al de ella. Me arqueaba para besar sus pechos, con mi mano derecha tomaba su cabello y con pasión tiraba de él haciendo que su cuello se estiraba para poder besarla.
Luego di vuelta su cuerpo y la coloque boca abajo. Bese su espalda, su cintura, con mis labios y con mi lengua. Con mi boca y mis dientes entre en sus glúteos enloquecido de todo lo que estaba haciendo y más aun cuando al levantar el rostro vi una sonrisa de satisfacción. La tome por la cintura, levante sus caderas para poder penetrarla mejor y comencé a subir y bajarla sintiendo como corrían por mis piernas sus flujos que a raudales se deslizaban sobre las sabanas. Los dos gemíamos de placer, mis ojos perdían de a ratos la visión sintiendo un estremecimiento que recorría por todo el cuerpo, erizando mis cabellos haciendo palpitar mi corazón en forma acelerada. Su mano derecha se posaba sobre mis glúteos para hacer mayor presión en la penetración. En algunos momentos se levantaba sobre sus brazos, para luego caer sobre la cama. La última vez se separó de mí y mirándome con pasión me hizo acostar sobre mi espalda, para luego colocar sus piernas a mis costados y lentamente comenzar a bajar mientras con su mano dirigía el pene hasta penetrarla. Deje que ella mi hiciera el amor, con sus movimientos, con su pasión, con su piel húmeda, con sus cabellos cayéndole sobre su cara, con sus labios siempre húmedos, con sus pezones rígidos, con su cintura loca... con su amor. Con mis manos solo atinaba acariciar sus pechos, apretarlos, tratando de morderlos. Con un grito y una pasión arrolladora arañando mis espaldas, arrancándome la piel, se estremeció y como el cauce del rió que busca la mar su orgasmo se desato incontenible.
El cansancio cayó sobre mí. Realmente no sé si por cansancio o por intensidad, pero nuestras respiraciones estaban totalmente aceleradas, nuestros cuerpos no se movían. Tal fue la explosión que estábamos totalmente abatidos, sin tocarnos, sin movernos, sin reaccionar. La acosté de lado en la cama. El hilo de sudor en su espalda era mucho más intenso y se podía apreciar en sus nalgas y sus brazos. Yo estaba totalmente bañado, y gruesas gotas rodaban por mi espalda deslizándose hasta mis glúteos. En ese momento pude apreciar lo hermoso de su cuerpo. Y lo aprecie por la paz del amor..., bajo la tranquilidad del infinito, bajo la tranquilidad de mi propia serenidad. Apoye mi cabeza sobre mi brazo derecho para observar su bello rostro, su sonrisa placida, sus ojos adormitados mientras caía en un profundo sueño. Solo recuerdo que coloque mi mano sobre su hombro y bese sus cabellos. Ella no respondió pues del cansancio también se había dormido
A levantarme, ella ya no estaba. Se había marchado
No me despertó, ni se despidió, solo dejó un pañuelo de seda azul con la fragancia de su aroma y su perfume, eso fue todo lo que quedo de ella... y nada más.
No la deje ir, solo se marcho. Pero me dejo lo mejor de ella, es decir todo, aunque no estuviera a mi lado... Solo se marcha sabiendo que había comprendido mi filosofía amarla mientras este a mi lado, solo amarla y apreciar toda su esencia para nunca olvidarla, aunque se marche de mi lado si ella lo desea.
Me levanto y me encamino a la cocina buscando que comer, al levantar los ojos veo la hora en el reloj de pared 11.40 PM ¡No puede ser! ¡Algo anda mal!
Salgo a la terraza y la luna brillaba en lo alto; perplejo, atontado, me quedo arrodillado sobre las baldosas musitando ¡No puede ser! ¡No puede ser!..
¡Marcos, Marcos! La voz del vecino mientras tocaba el timbre de calle me sacaron como de un sueño. ¡Hola Carlos! ¿Qué deseas?
-Nada, hace unos minutos te vi llegar cuando estacionaba mi auto y quiero avisarte que dejaste las luces encendidas. Mañana no lo podrías hacer arrancar.
-¿No puedes haberme visto porque hace horas que estoy en casa?
¡Vamos Marcos! Serán más o menos 15 minutos, el tiempo que me llevo llegar al departamento, dejar mis cosas y avisarte...
¡De todas maneras gracias Carlos, sos muy amable! Adiós
Camino lentamente contemplando las flores, respirando profundamente el aire con olor a mar, me acerco a la baranda y me apoyo en ella mirando en el horizonte las luces de los enormes trasatlánticos seguramente rumbo a las islas.
No puedo comprender, es un sueño me repito una y mil veces. ¡Aun tengo su pañuelo sobre la cama!
Entro deprisa al dormitorio y no hay nada más que las sabanas dobladas en perfecto orden, como si nadie hubiera dormido en ella.
¡¡No fue un sueño, no fue un sueño! Desde el otro cuarto el equipo se había puesto en marcha y hacia escuchar mi canción favorita “ No me importa morir junto a ti"
Mateo colon jueves, 28 de agosto de 2003

AMAR AMANDO

La música suavemente inundaba el ambiente mientras el resplandor de las velas ensayaba figuras sobre las paredes cubiertas de autorretratos, rostros, imágenes y paisajes de vivos colores. El olor del incienso cautivaba aun más mis sentidos. Tus pinturas causaban una profunda impresión en mi interior y no precisamente mala, es que en ellas palpitaba mi propio espíritu y no podía comprender como alguien poseyera mi visión.
De pronto rompió mi hechizo el abrirse la puerta del cuarto de baño y apareciste cubierta en una enorme toalla blanca, que dejaste caer regalándome la sorpresa de los pechos más hermosos que hubiera podido ver. Los pezones –no muy grandes- lucían brillantes por la humectación de la crema. Su brillo a la luz del centelleo de las velas me daban la impresión de que en cada pecho se ocultaba una estrella recién nacida que guardabas para mi en este día ofreciendo su calor a quien seria tu dueño. La curva de tu cuerpo lucia perfecta y el abdomen carecía de la grasa adicional que generalmente tenemos los mortales. Tu ombligo –lo he dicho tantas veces- era Mercurio en su esplendor. La pelvis naturalmente, fragante y hermosa.
Pero el blanco mate de tu rostro, resplandecía en tus cejas, tus ojos, tus labios, en la forma indiana de ellos, casi salvajes como tu pelo negro que revoloteaban esquivos. Tus largas manos jugaban a las escondidas con mis ojos, porque tapaban muy brevemente tus pechos o quizás tratando de moldear con el barro original tu cuerpo esperando el soplo Divino de Dios. Miraba con ternura y reverencia ese acto de amor que aprendí y memoricé para siempre la forma de tocarlos.
La música, el incienso, las velas, sus figuras y tu bajando lentamente la mano rumbo a la vagina que empezaste acariciar con suavidad, me embriagaron de amor y de tanta ternura que las lagrimas resbalaron sobre mi rostro como solo conoce aquel que ama. Mis manos ocuparon el lugar de las tuyas que comenzaron a jugar con mis cabellos, mientras sentía imperceptiblemente como disfrutabas con la caricia lenta, sutil, casi parsimoniosa y exquisita que te acercaba al éxtasis. Mis dedos giraban uniforme y delicadamente, mientras tu sexo húmedo se iba hinchando y su olor se expandía por todo tu cuerpo. Metí un dedo con suavidad, y lo deslicé en la ardiente boca que parecía querer engullirlo, luego dos más, dándole forma de un cono que metía cada vez a un ritmo más fuerte. Tus gemidos apagaban la música, tu cuerpo se sacudía vehemente, temblando y suspirando desde el fondo del alma. Tan bella, tan hechiceramente tierna y dulce, tan llena y digna del amor, presencie conmovido el ultimo aliento de tu orgasmo.
Mateo Colon viernes, 13 de febrero de 2004

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